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Sobre la estructura que sustenta los valores de la tradición, desde finales del siglo

XIX, se hicieron notar los efectos de la labor docente de la Institución Libre de Enseñanza

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Fernández Blanco de Sierra Pambley. A estas nuevas circunstancias se sumó el desarrollo

de la minería del carbón, con la llegada de mano de obra foránea y la ejecución de

infraestructuras viarias, ferroviarias e hidráulicas, que paliaron la emigración producida a

finales del siglo XIX, aunque no detuvieron la segunda gran oleada de los años sesenta,

que condicionó la vitalidad económica y social del territorio.

El porqué de la celebración festiva

La celebración festiva es ante todo una liberación, una ruptura con lo cotidiano y las

obligaciones laborales, una transgresión que conduce a suspender el tiempo ordinario

para alcanzar la vivencia y manifestación de un tiempo excepcional.

Para algunos autores el mayor número de fiestas, aunque sean de tono menor, se

producen en primavera y otoño por la disminución de las faenas agrícolas y ganaderas.

Pero también es cierto que en los solsticios de invierno y verano se celebran un gran

número de ellas, sobre todo en fechas finales del equinoccio de otoño, por muy

contradictorio que resulte ante el repliegue de la próxima invernía y la densidad de

trabajo que genera la recogida de las cosechas y el pastoreo en los meses que transcurren

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número de celebraciones tanto en los equinoccios como en los solsticios.

En relación con estas fases del ciclo anual, el cómputo temporal del acontecer festivo

se basa principalmente en el calendario solar, que se impuso al primitivo lunar del que

todavía hoy persiste la Luna Pascual, que afecta a la Pascua de Resurrección y a todas las

celebraciones que se fijan con base a ella. Al margen de estas fiestas móviles, las de fecha

fija se distribuyen en los ciclos de otoño-invierno y primavera-verano. Estamos, pues,

ante una organización mensurada por un tiempo cíclico, en el que cada año se repiten,

aunque de forma efímera, los mismos acontecimientos festivos.

Una parte de estos poseen rasgos rituales procedentes de las fiestas del mundo

antiguo, cristianizados a lo largo de los siglos iniciales del primer milenio y por lo tanto

sujetos a continuas alteraciones los contenidos formales y simbólicos que tuvieron en sus

orígenes, prolongándose su transformación hasta la Edad Media. Mas, buena parte de las

fiestas fueron introducidas por la Iglesia (tiempos litúrgicos, festividades cristológicas,

devociones cristianas, festividades marianas y santoral). Se regulan por su propio

calendario y con cierta dependencia del ritmo anual agropecuario, teniendo en cuenta

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ya que su celebración se corresponde con el anuario de la Iglesia universal. También hay

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sobre todo en situaciones sociales de extrema gravedad, dando lugar a la construcción

de santuarios y ermitas.

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zaron a nacer otras de nuevo cuño y contenido laico. De esta realidad histórica se des-

prende que también ha habido fiestas surgidas de la propia capacidad creativa y espon-

tánea de los grupos humanos, y otras de la institucionalización impuesta por los poderes