

condicionando un radical cambio en los paisajes tradicionales. Los campos sin
labor ni pastoreo o los montes con un exiguo aprovechamiento, dan paso a una
naturaleza pródiga que empieza a cobrarse con firmeza lo que le fue arrebatado
durante centurias. Y ese proceso, que los estudiosos de la Ecología denominan
sucesión, se muestra como un libro abierto en Omaña, y tierras antes centenales
se van paulatinamente cubriendo de matorrales de escoba, piorno y urces bajo los
cuales, una treintena de años después, vuelven a aparecer los incipientes robles
que una vez fueron talados para la obtención de tierras de cultivo y pastos. Es, sin
duda, el ciclo de la vida; el ciclo de una vida en la que el hombre sigue jugando un
destacado papel en el manejo de su entorno, aunque esta vez sea con el abandono
de prácticas ancestrales, quien sabe desde hace cuanto mantenidas…
A ellas se suman, en el imponente paisaje de Omaña otros nuevos elementos,
como pistas, torres, repetidores, nuevas construcciones o la amenazante sombra
de los parques eólicos que, si nadie lo remedia, sembrarán con aerogeneradores
algunos de los cordales más expuestos del valle.
Privilegiado mirador es el cueto Rosales, desde donde en días claros se divisan
gran parte de las cumbres de la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica y
buena parte de Omaña y sus valles contiguos.
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