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199.

del que quedan ejemplares en

pueblos de la Montaña, la

Ribera y Maragatería.

Las calabazas son de

dos cuerpos: el primero es un

aro y el segundo son dos esferas

de distinto tamaño en filigrana,

unidas por una pieza tubular. La

esfera inferior se remata con pequeños colgantes o palomitas.

Algunos ejemplares de calabazas, de filigrana de plata o sobre-

dorados, se encuentran en la mayoría de las comarcas, en la

Montaña son raros.

Las polcas tienen uno y dos cuerpos planos con pie-

dras engastadas verdes y encarnadas, también violáceas o blan-

cas y terminan en colgantes o goteras, existe gran variedad, y a

las de un solo cuerpo se las denomina rosetas.

Collares de corales hay en todas las tierras leonesas. El

coral fue muy del gusto popular, quizá en su hermoso color y en

las propiedades que la medicina popular y la superstición le

atribuían esté el secreto. Alguien dijo del coral que, además de

servir de adorno, daba salud a los vivos y paz a los muertos. El

artífice leonés del siglo XVI Juan de Arfe y Villafañe, describía

en su Quilatador de oro, plata y piedras (Valladolid, 1572) las

maravillosas propiedades del coral, que tenía -según él- virtud

para restañar la sangre, y era bueno contra los sueños fantásti-

cos, las tempestades y las fieras, incluso preservaba y aún cura-

ba los males del estómago. A veces los collares de corales se

enriquecían con una simple cruz o cruceta de plata; otras, con

una o varias medallas o joyeles. Y entre gruesos corales van

esas piezas de filigrana: los alconciles y las avellanas de las

collaradas maragatas, obra de antiguos plateros astorganos.

Los collares de azabache fueron también muy del

gusto popular ya que al azabache se le atribuían propiedades

medicinales y mágicas; no obstante, se encuentran pocos.

Un collar muy extendido es el de cuentas o sartas pin-

tadas, que los estudiosos suelen denominar de “pasta vítrea”:

son sencillos y bellos. En algunas comarcas acostumbran a

adornarlos con una cruz de plata o con medallas. A estos colla-

res se refiere el escritor del siglo XIX, Eduardo Saavedra, al

Foto: Collar