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EL tor i o

D

esde su nacimiento en el puerto de Piedra-

fita hasta su confluencia con el río Bernes-

ga al sur de la capital leonesa, el río Torío discurre

por un territorio variado, rico en contrastes de na-

turaleza biológica, sociocultural y, desde luego,

geológica.

El Torío avanza de norte a sur atravesando de

forma tajante rocas de edades y naturalezas muy

diferentes. Cuando las rocas son poco resistentes,

como las lutitas y algunas areniscas, el río fluye

relajado y el valle se muestra más amplio. En

estos puntos se recogen las aguas de otros ríos

tributarios que circulan por valles perpendicula-

res, formados gracias a la escasa resistencia a la

erosión del sustrato. Este es el caso de los valles

de Cármenes, Genicera, Gete y la Abadía, entre

otros, dibujados sobre rocas fáciles de erosionar

y delimitados por esbeltos cordales constituidos

por rocas mucho más resistentes.

Cuando el Torío se topa con rocas más duras,

como las cuarcitas y, sobre todo, las calizas, se ve

obligado a circular por las estrechas y profundas

gargantas que, con el paso del tiempo, el propio

río ha labrado para posibilitar su avance; se han

creado así rincones tan espectaculares como su

cabecera en el puerto de Piedrafita, la hoz de Los

Pontedos, las hoces de Canseco o las renombra-

das hoces de Vegacervera.

Y es que, en efecto, el valle del Torío es rico en

afloramientos de roca caliza, formadas sobre todo

durante los periodos Devónico y Carbonífero. Esta

roca resiste muy bien el efecto abrasivo del agua,

por lo que los ríos y arroyos tardan mucho tiem-

po en devastarla. Sin embargo, los caprichos de

la naturaleza han permitido que, en combinación

con ciertos gases de la atmósfera, el agua se vuel-

va ligeramente ácida y sea capaz de disolver las

calizas, lo que da origen a estructuras muy llamati-

vas que se desarrollan tanto en la superficie como

en el subsuelo y que acontecen a una velocidad

relativamente rápida a escala geológica. Como

fruto de esta actividad disolvente del agua surgen

los procesos kársticos; en la superficie dan lugar a

valles colgados a gran altitud, atestados de hoyos

por los que el agua se filtra hacia el interior de la

roca, tal y como sucede en los valles de Sancenas,

de Valporquero o del Marqués. También dibujan

surcos y acanaladuras sobre las superficies calizas

inclinadas, como puede apreciarse en las paredes

de las hoces. En el subsuelo se encargan de au-

mentar las dimensiones de las grietas preexisten-

tes hasta que surgen cuevas y simas tapizadas por

formaciones de caverna o espeleotemas, deriva-

das de la acumulación de las mismas partículas

calizas que el agua arrebató previamente a la roca.

Uno de los mejores ejemplos de cueva de origen

kárstico del país se localiza en esta comarca: la

cueva de Valporquero.

El valle del Torío es rico en yacimientos mine-

rales; algunos de ellos ya fueron explotados en

tiempos prehistóricos. El catálogo de minerales

presentes en la comarca es muy extenso y pro-

pició la construcción de ambiciosas instalaciones

para posibilitar su aprovechamiento. Minas como

La Profunda o Divina Providencia se han conver-

tido en puntos de referencia en el ámbito de la

mineralogía; la abundancia y belleza de sus mine-

rales, el modo en que se combinan y la rareza de

algunos de ellos justifican este hecho, así como

la presencia de un mineral que, a nivel mundial,

sólo forma cristales visibles en estas tierras: la vi-

llamaninita.

Vista de la cordillera Cantábrica desde Fontanos de Torío.

Paisaje rocoso en el puerto de Piedrafita.