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LUNA

L

una, tierra de pastos abiertos y rebaños tras-

humantes, se articula en torno al río que

da nombre a toda la comarca, el Luna. Aunque

nace en la vecina Babia, allí apenas avena unos

cuantos arroyos de montaña, que mecen sus aguas

hasta conformar un río tranquilo y sosegado, que

se abre paso entre algunas de las rocas más anti-

guas de la cordillera Cantábrica. Como en otras

comarcas leonesas, en Luna resulta muy evidente

el tránsito entre la montaña cantábrica y las zonas

llanas, dominadas por las vegas de los grandes

ríos y los páramos que se asientan en los inter-

fluvios. Esos paisajes de piedra al norte y adobes

en las zonas meridionales, se han gestado aprove-

chando los recursos geológicos que el entorno ha

ofrecido, desde siempre, a sus habitantes: calizas y

cuarcitas han posibilitado la construcción de casas

de piedra en municipios como Sena de Luna, Los

Barrios de Luna, Carrocera, y Soto y Amío, que se

transforman en edificios de ladrillo, canto rodado

y tapial en las vegas agrarias de Santa María de Or-

dás y Rioseco de Tapia. Paisajes que han perfilado

también unas formas de vida distintas condiciona-

das, en gran medida, por los rigores climáticos y

la disponibilidad de suelos para la agricultura.

Hoy, sin embargo, una imagen destaca en el

paisaje de Luna: la del río apresado por un gran

embalse, cuyo cierre se dispone en Los Barrios de

Luna, donde unos afloramientos de rocas cuarcíti-

cas ofrecen la resistencia necesaria para soportar

la presión de semejante masa de agua. La origi-

nalidad del puente de Fernández Casado, en la

autopista que comunica León con Asturias, no ha

hecho olvidar los once pueblos que, alrededor

de 1957, desaparecieron de estos valles sumergi-

dos bajo las aguas.

Entre los muchos recursos que custodia Luna,

posiblemente sea el patrimonio geológico uno de

los más sobresalientes. La geología del valle del

Luna es compleja, pero también muy completa.

Sus rocas hablan de la formación de la cordillera

Cantábrica, mucho antes de que se formaran estos

valles y montañas que hoy se contemplan. Rela-

tan los sucesivos episodios de un pasado remo-

to, el Paleozoico, cuando la zona estaba cubierta

por un mar somero y cálido que fue cambiando,

evolucionando, a lo largo de millones de años.

Un mar al que llegaban sedimentos procedentes

de la erosión de los continentes que lo rodeaban

y en el que habitaban seres muy distintos a los

actuales, que han dejado multitud de evidencias

de su presencia en forma de fósiles. La disposición

de las rocas habla también de sucesivas orogenias

que las han plegado y fracturado, por lo que en

la actualidad dibujan grandes pliegues, como el

sinclinal de Alba. Rocas que relatan momentos

convulsos de la historia de la Tierra, cuando los

choques entre continentes hicieron emerger las

montañas y modificaron la estructura del subsuelo

y de la superficie terrestre y que ahora se pueden

estudiar en forma de discordancias.

Panorámica del embalse del Luna.

Caldas de Luna. Las rocas condicionan el paisaje.