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además de generosos pinchos, los parti-

cipantes cuentan con un apreciado caldo

caliente, muy de agradecer en pleno mes

de enero en la montaña.

Como en tantos otros pueblos, en Sosas

del Cumbral hubo una cofradía encargada

de la veneración al santo, a la que perte-

necían todos los vecinos de la localidad.

Sus miembros se encargaban, por turnos,

de organizar la fiesta. Antes la tradición

marcaba la obligación de reunirse tras

la eucaristía para repartir “las bollas” de

san Antón, unas pequeñas hogazas que

se bendecían durante la misa y que luego

eran consumidas tanto por las personas

como por los animales de cada casa. Des-

pués, los miembros de la cofradía ofrecían

al santo distintas partes curadas del cerdo

(patas, orejas, morro, jeta, etc.) en agrade-

cimiento por los favores obtenidos duran-

te el año, que luego eran subastadas entre

los vecinos. Con lo recaudado se sufraga-

ban los gastos de la fiesta, se pagaban mi-

sas por los cofrades difuntos y las misas

del santo, para que velara por el ganado

del pueblo. La emigración, la disminución

del ganado y el abandono de formas de

Subasta de san Antón. Espinosa de la Ribera

vida dependientes de los animales y su

producción, ha hecho que las tradiciones

a ellas vinculadas también hayan ido per-

diendo protagonismo, hasta casi desapa-

recer.

En Espinosa de la Ribera se mantiene la

tradición de la subasta: cada vecino lleva

a la iglesia las patas de los cerdos sacri-

ficados en la matanza de ese año, que se

cuelgan en el portal de la iglesia en un va-

ral; al terminar la misa se bendice lo que

contiene el varal, así como los animales

que se hayan llevado al efecto. Luego, los

vecinos dan cuenta de unos abundantes

pinchos, mientras se inicia la subasta. Las

pujas van subiendo… y el que más haya

pujado se queda con el varal. Antaño exis-

tía también una Cofradía de San Antonio,

pero ni los más mayores recuerdan nada

de ella. Ahora, la organización de la fiesta

corresponde, por turnos, a los vecinos que

quieran participar.

LAS CANDELAS, 2 de febrero

Febrero (de

Februalis

“la que purifica”)

podría deber su nombre a las

antiguas celebraciones que,

durante las Lupercales, se