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PAISAJES TRANSFORMADOS

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En todos los paisajes aparece la huella humana, de forma más o menos marcada.

Pero en algunos es aún más evidente, pues son paisajes creados por el hombre. Los

embalses son un ejemplo de paisaje artificial, aunque a primera vista no lo parezca.

A continuación puedes leer un texto que nos describe cómo era este paisaje en los años

50, un extracto de algunos artículos de viajes publicados, de Víctor de la Serna (1953-1954):

21 de julio de 1953. “Hacia el Valle de Luna”.

(...) Ante nosotros, como un paisaje de Böcklin, de

pronto, con una gravedad de personaje geológico que no es del todo un personaje sin alma,

el boquete de Barrios de Luna. El dique del embalse llega ya a media altura del portillo, sobre

el que, como el protagonista de un poema de Nuñez de Arce, se alzaba el castillo de Luna,

donde lloró, como hombre entero que era, Bernardo del Carpio frente a su padre sin ojos. Y

donde empieza el drama silencioso de unos pueblos que inician su éxodo. De lo que mañana

se hablará, con las debidas licencias. El valle de Luna es bello, como su nombre. Y ahora, como

la luna, triste.

22 de julio de 1953. “Luna: el paisaje agonizante”

.

Se está haciendo el pantano, un hermoso

pantano que irá a enriquecer por el Luna, en aval, las aguas del Órbigo, y a regar los páramos

de una región que va a ser transformada en un paraíso. (...) Varios pueblos se van hundiendo

lentamente. Se ven los tejados de las casas, las espadañas de las iglesias y se ve cómo los

frutales de las vegas emergen angustiosos y elevan sus copas, sobre la lámina quieta del

agua, con las ultimas guindas, con los últimos briñones azucarados, asomando el porte de

las ramas cimeras igual que un náufrago que antes de ahogarse dijera adiós con una flor. La

enorme, la implacable inundación avanza cada semana, con cada cuarta de hormigón que

se añade al dique. Son varios los pueblos que están desapareciendo... Sus habitantes se van

subiendo a las lomas con sus ganados y con sus ajuares y con su prole, sin decidirse a partir

para el éxodo. Se agarran a sus tierras de centeno para ver cómo se hunden sus vegas que

un día fueron el jardín frutero más azucarado de la provincia. El espectáculo es de una bíblica

y trágica hermosura. El hombre, pegado a su tierra, agarrado a sus predios, a sus ruinas,

a sus cementerios, gimiendo sobre su tierra anegada, clamando a Dios desde las colinas,

constituye un tremendo espectáculo. Miñera, Mallo, San Pedro y cuatro pueblos más se van

hundiendo inexorablemente.

Embalse de Luna,

espejo de la montaña.

Este bello paraje

s

farallones calizos y los

bosques de sus laderas,

como intentando compen-

sarnos lo que tuvimos que

r

para crearlo.