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12

2002¬2009

memoria

Han sido profundos los cambios que la concepción del

medio rural ha tenido en las últimas décadas. Y diferentes los

papeles que desde el Tratado de Roma se han asignado a sus

pobladores, en función de las distintas orientaciones y políticas

auspiciadas por la Unión Europea.

Desde los años ochenta hasta nuestros días, esta evolución

ha sido especialmente patente, otorgándose al desarrollo rural

un protagonismo creciente que ha convertido, con el paso de

los años, a los agentes locales en los verdaderos artífices de su

propio desarrollo.

Sin embargo, la inexistencia en el marco de la UE de una

definición concreta de “área rural”, ha obligado a sus Estados

miembro al desarrollo de sus propios modelos, lo que ha per-

mitido, además, implementar políticas nacionales de desarrollo

rural basadas en sus criterios socioeconómicos particulares, ya

que el criterio poblacional, uno de los más empleados con este

fin, no siempre resulta ni operativo, ni orientativo. Así, matizar

la frontera entre lo rural y lo urbano no resulta sencillo; menos

en un Estado como el español, donde sus territorios rurales son

tan diversos como sus regiones y comarcas.

Desde las reformas de la PAC de 1988 y 1992, el medio ru-

ral ha iniciado un lento pero progresivo modelo de cambio, en

el que el desarrollo rural ha pasado de ser considerado como

una política complementaria a la política agraria común, para

convertirse en uno de los referentes de la actual política estruc-

tural, integrando con ello, dos políticas de marcado carácter

territorial como son la PAC y la política regional. Estos cambios,

además, se han visto supeditados, en gran medida, por la inte-

gración de los condicionantes ambientales como actuaciones

horizontales, implícitos ya en todas las actuaciones financiadas

por la Unión.

Así, de la concepción de los 80, donde primaba la mejora de

la competitividad de las explotaciones agrarias y el apoyo a las

rentas de los agricultores, se ha pasado a una nueva estrategia

para el desarrollo rural, en la que se plantea un modelo de inte-

grado de desarrollo, destinado a hacer frente a algunos de los

problemas estructurales que caracterizan el medio rural. Con

el Tratado de Maastricht, el mundo rural recibe un nuevo re-

conocimiento político considerándose, desde entonces, el de-

sarrollo rural como ineludible para garantizar la cohesión eco-

nómica y social de los territorios integrantes de Europa. Este

reconocimiento supuso el arranque de una política específica

de desarrollo rural con cuatro objetivos prioritarios:

• Promover la cohesión mediante el manteniento y la crea-

ción de empleos rurales

• Superar las barreras al desarrollo estimulando la diversifi-

cación, mejorando las infraestructuras y facilitando el acceso a

nuevas tecnologías

• Aumentar la calidad de vida de los pobladores rurales, con-

servando el medio ambiente

• Mantener comunidades rurales viables, preservando sus

tradiciones y su cultura

Para conseguir estos objetivos se han destinado importan-

tes recursos económicos y financieros, procedentes de forma

prioritaria de las medidas de acompañamiento de la PAC y de

los Fondos Estructurales, así como de otras medidas derivadas

de las políticas ambiental y pesquera.

Entre las medidas puestas en marcha con esta filosofía se

encuentra la iniciativa comunitaria LEADER, cuyo principal

propósito ha sido impulsar acciones destinadas al desarro-

llo y diversificación de las economías rurales con un enfoque

claramente endógeno y vocación demostrativa. Se empiezan

a perfilar, gracias a su apoyo, los grupos de acción local que,

en la actualidad, se han convertido en auténticos motores de

desarrollo local, artífices de la puesta en marcha y ejecución de

programas horizontales plurianuales que ellos mismos propo-

nen y que responden a las peculiaridades y situaciones diferen-

ciadoras de los territorios que aglutinan.

La aplicación de la política estructural al medio rural, ha

obligado a Estados y regiones a la elaboración de planes na-

cionales y regionales, respectivamente, de carácter plurianual

en los que se diseña una estrategia de desarrollo basada en los

modelos de desarrollo regional definidos, en el caso español,

por las distintas Comunidades Autónomas.

Para el periodo 1994-1999 y dada la imposibilidad de hacer

llegar el modelo LEADER a todos sus territorios rurales, el Es-

tado español pone en marcha, además de la nueva iniciativa

comunitaria LEADER II, el Programa Operativo de desarrollo y

diversificación de las zonas rurales PRODER que, siguiendo la

metodología LEADER, coordina distintas actuaciones de in-

tervención territorial, gracias al apoyo de fondos procedentes

tanto de la Unión Europea, como del Ministerio de Agricultura,

Pesca y Alimentación y de las distintas administraciones regio-

nales con competencias en esta materia.

El año 1996, supone un nuevo hito para las políticas de de-

sarrollo rural. La declaración de Cork “Por un medio rural vivo”,

su continuación en la agenda 2000 y las nuevas herramientas

disponibles gracias a las sucesivas reformas de distintos fondos

comunitarios han permitido avanzar en un nuevo escenario en

el que se pretende que las zonas rurales se conviertan en un

entorno atractivo para vivir y trabajar, invirtiendo el proceso de

envejecimiento y despoblación de las mismas, dotándolas de

medios para que generen su propio desarrollo, se adapten a

las nuevas circunstancias económicas y sean valoradas como

merecen por el conjunto de la sociedad.

“Lo local”, ha adquirido una importancia creciente, al igual

que la inversión y financiación privadas de los proyectos locales

y la simplificación de los trámites administrativos. A este mo-

delo de desarrollo se incorporan un abanico de posibilidades

entre las que la subsidiariedad y la cooperación a nivel local,

regional, nacional y europeo han generado grandes expectati-

vas que permiten aprovechar el enorme potencial de las comu-

nidades rurales.

El enfoque integrado, la diversificación, la sostenibilidad, el

empleo y la igualdad de oportunidades se han convertido en

puntos estratégicos para el desarrollo de los nuevos programas

LEADER+ y, en el caso de Castilla y León PRODERCAL que, en el

ámbito del tercer Marco Comunitario de Apoyo, se han ejecu-

tado durante el periodo 2000-2006.

La política de desarrollo rural se ha convertido así en una po-

lítica con identidad propia. Además de garantizar los mercados

y la modernización de las estructuras agrarias, ha tenido como

objetivo permitir el despegue de las zonas rurales y responder

a las nuevas demandas sociales, económicas y ambientales

propias de una sociedad del siglo XXI. Dar soluciones a las exi-

gencias de la población rural, garantizar la igualdad de oportu-

nidades o establecer mecanismos que garanticen la conserva-

ción del patrimonio natural y cultural que custodia han sido los

referentes de trabajo para los distintos grupos de acción local

que han puesto en marcha programas de desarrollo rural du-

rante el periodo 2000-2006.

Dado que en Castilla y León, la Consejería de Agricultura y

Ganadería de la Junta de Castilla y León es el organismo com-

petente en materia de desarrollo rural, los Grupos de Acción

Local de esta Comunidad Autónoma se han regido por lo esta-

blecido por la misma en el Programa Operativo Integrado Re-

gional para el Desarrollo Rural.

Durante el periodo 2000-2006, que finalmente se ha prolon-

gado hasta junio de 2009, los Grupos de Acción Local (GAL) que

no han contado con un programa LEADER+, han podido aplicar

un programa PRODERCAL, con orientación y dotaciones finan-

cieras similares a las de esa iniciativa comunitaria, como ha sido

el caso del GAL Cuatro Valles.

Se ha cubierto así la totalidad del espacio rural castellano y

leonés donde un total de 17 grupos han contado con LEADER+

y 27 con PRODERCAL. En ambos casos, tanto las acciones como