

La trashumancia
Luna es tierra de pastores. De pas-
tores trashumantes que forjaron su
identidad con una forma de vida se-
minómada impuesta por la necesidad
de obtener pastos frescos gracias a
la alternancia entre los invernaderos,
emplazados en las dehesas extreme-
ñas o manchegas y los puertos de ve-
rano, algunos de los mejores ubicados
en la montaña leonesa. Una forma de
vida que obligaba a pasar largas tem-
poradas fuera de casa.
Este trasiego se repetía dos veces
al año, en primavera y a final del oto-
ño, cuando las primeras nieves empu-
jaban a los rebaños hacia el sur. Tanto
durante los desplazamientos, como
durante la estancia en las dehesas y
en los puertos, la vida de los pastores
estaba condicionada por el ganado.
Cada miembro del rebaño, incluidos
los perros, tenía su propia función.
El mayoral -muchos de ellos origina-
rios de estos valles de Luna y de la
vecina Babia- era
en todo momento
responsable de
animales y per-
sonas y rendía
cuentas al propie-
tario de la cabaña,
que con frecuen-
cia superaba las
diez mil cabezas.
24.
Manso de un rebaño