

Camposagrado
La vega conforma un complejo
mosaico de prados, tierras, setos y lin-
deros, un enclave agrario tradicional
de gran valor paisajístico y ambiental,
testigo residual de los bosques de ribera
que, un día, flanquearon el río. Su fres-
cura contrasta con las tierras de secano que
ocupan las lomas que rodean el valle. Entre ellas,
sin duda Camposagrado es uno de los enclaves más singulares.
La tradición de Camposagrado es dilatada y su aspecto ha debido cambiar
de forma importante con el discurrir del tiempo. Ahora ocupado por una exten-
sa repoblación de pinos, se trata de un páramo asentado sobre antiguos depósi-
tos fluviales que ocupan los altozanos que separan las cuencas de los ríos Luna
y Bernesga. Su estratégico emplazamiento está vinculado a ancestrales cultos a
la Tierra, a mitos y tradiciones que se pierden en la memoria del tiempo.
Aunque su ocupación humana es muy anterior, Camposagrado y su ermita
remontan su leyenda a los primeros años de la Reconquista, incluso a Don
Pelayo quien, en estos llanos y gracias a la sagrada intervención del apóstol
Santiago, consiguió controlar el avance sarraceno en la Cordillera. Don Pelayo
fue avisado en sueños por el Santo de que acampara en la zona y mandara
excavar trece pozos que sirvieran de refugio a sus tropas, como así lo hizo. Du-
rante la noche se sucedieron prodigios que anunciaron la victoria, atribuidos a
una imagen de la Virgen que el ejército portaba consigo. En agradecimiento, el
caudillo mandó levantar una ermita donde dejó la imagen de la Virgen traída de
22.
Armiño
Páramos y pinar de Camposagrado