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Cerca del arroyo, en la ladera sur, se asientan otras dos comunidades de interés, un

bosque de quejigos

(Quercus faginea)

y otro bosque de roble, de rebollo o melojo

(Quercus pyre-

naica)

. Es común que quejigares y robledales conformen manchas mixtas, en las que ambas

especies se distribuyen en función de la termicidad o de la humedad del suelo. Se trata de bosques

bastante densos y cerrados, con un sotobosque espeso por el que resulta difícil caminar.

Tanto el quejigo como el rebollo son robles, aunque de especies distintas; algo más

querencioso quizá el quejigo por ambientes mediterráneos y bastante menos exigente en sus

requerimientos ecológicos el rebollo, que es la especie de roble más abundante en la zona.

Ambas especies son marcescentes, es decir, conservan sus hojas secas en el árbol durante todo el

invierno, no desprendiéndose de ellas hasta que rebrotan en la primavera siguiente.

Estos bosques ofrecen unas inmejorables condiciones, tanto de cobertura, como de

alimento para la fauna.

Tradicionalmente han sido fuente de innumerables recursos para las poblaciones loca-

les. De ellos se extraían leñas, madera, bellotas, ramón, caza, setas,

pastos y otros tantos productos que permitían complementar tanto la

dieta, como las economías familiares. Muchos han sufrido procesos

regresivos, llegando incluso a desaparecer. En la actualidad, sopor-

tan con dificultad el implacable efecto del fuego.

Quejigo, de hojas lobuladas, duras y algo pinchosas

Rebollo,

con hojas profundamente

lobuladas y algo tomentosas.