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Monte Brición
retama se hacía en una “facendera” en la que participaba todo el pueblo. El pastor,
antes de regresar a Extremadura, sacrificaba unas ovejas con las que convidaba
a todo el pueblo en la collada de Ubierzo, tradición que ha dado lugar a la fiesta
conocida como “la borregada” que se celebra cada año con la llegada del otoño.
Siglos de trashumancia han dejado en todo el Torío y en todo el territorio
leonés una huella imborrable, no solo en el patrimonio cultural, sino también en
el genético. Tres son las razas autóctonas que tienen un origen inevitablemente
vinculado a la trashumancia: por un lado la oveja merina cuyo vellón es incompa-
rable por su color y finura; por otro lado, dos perros, el mastín leonés que defiende
aún hoy a las ovejas de las temidas fauces del lobo, y el perro de carea leonés que
era imprescindible para conducir los rebaños, sobre todo en la proximidad de los
cultivos.
La gran importancia económica que llegó a tener la trashumancia en el alto
Torío hizo que el hombre utilizara el fuego para la creación de nuevos pastos en
detrimento de los bosques, en la actualidad muy mermados en todos los Argüellos.
A pesar de ello se encuentran hayedos de gran belleza y valor ecológico entre los
que destacan los de Valporquero y el Monte Brición, entre Almuzara y Gete, y
también abedulares como los del valle de Valverdín. Estos bosques son caracte-
rísticos de la llamada España húmeda.