ciones y beneficios reales, se impulsó
la repoblación de estas tierras.
Quizá el más reconocido monaste-
rio de Luna fuera el de Otero de las
Dueñas, un cenobio femenino, com-
pletamente arruinado en la actualidad,
del que se conservan no pocas piedras
en las construcciones del valle deViña-
yo, algunas excelentes piezas en parro-
quias de la zona y parte
de su colección diplo-
mática que ha servido
para conocer de prime-
ra mano algunos aspec-
tos de la historia local.
Pero es en uno de esos castillos, el que estuviera situado en la peña de Al-
manzor, sobre lo que hoy son Los Barrios de Luna, donde se consolida, entre
la realidad y la leyenda, la historia de la comarca. Apenas unas pocas piedras
quedan de lo que debió ser la magnífica fortaleza de Luna, “Luna la torreada”,
como la acreditan los romances que relatan los trágicos sucesos en ella aconte-
cidos en tiempos de Alfonso II, el rey Casto. Cuando la corte asturiana pasaba
largas temporadas en tierras leonesas, el rey envió a su hermana, doña Ximena,
al castillo de Luna, bajo la custodia de uno de sus más valerosos caballeros,
Sancho Díaz, Conde de Saldaña. Pero enterado el rey de los amores de su her-
mana, y no pudiendo admitirlos en su estricta moral, decidió encerrarla en un
monasterio; al conde le infligió el más cruel de los castigos: tras dejarle ciego,
12.
Otero de Las Dueñas