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diciones climatológicas, el estado físico del peregrino, los habituales asaltos y

emboscadas en algunas partes del trayecto, la visita a algún santuario o sencilla-

mente porque el camino resultaba más llevadero, eran determinantes a la

hora de

elegir el camino para acercarse a Compostela.

Salvar los Montes de León por el puerto de Manzanal (1.230 m), bien recono-

cible en la actualidad por la presencia de numerosos aerogeneradores, en lugar de

por el de Foncebadón (1.504 m), parece la opción más adecuada. El Diccionario

de Madoz (1845-1950) lo recomienda de forma muy gráfica: “…

lo que se dice

puerto será de largo poco más de una legua; no carga tanto la nieve como el de

Foncebadón, y raras veces se pone intransitable cuando la estación no es muy

cruda

”.

La otra variante del Camino de Santiago que cruza La Cepeda, es el conocido

como camino de La Cepeda o de La Cerezal y atraviesa el territorio de este a oeste

por de los pueblos de Ferreras, Morriondo, La Veguellina, Donillas, Villameca,

Culebros, Corús, Requejo, Villagatón y Brañuelas. Entraba en el Bierzo por los

altos de Brañuelas, para descender luego hasta Tremor de Abajo y continuar, en

paralelo al curso del río Tremor, hasta el pueblo de Cerezal. Este ramal del cami-

no concluía en Torre del Bierzo, donde se unía a la ruta de Manzanal.

Según algunos autores esta opción era la elegida por los peregrinos proceden-

tes del este desde León, Burgos, Palencia, e incluso Asturias que llegaban a La

Cepeda a través de Omaña. Entre los viajeros que debieron escoger este camino

en su peregrinación a la tumba del apóstol Santiago, parece encontrarse San

Francisco de Asís.

Asociados al camino, una red de albergues, hospitales, posadas, monasterios,

ermitas, santuarios, puentes y fuentes, acompañaban al peregrino en su viaje a

Compostela. Muy distintos de los actuales, los albergues ofrecían al

concheiro

cama, sal, agua y fuego.

La Cepeda y los caminos que la atraviesan, contaban también con varias de

estas infraestructuras, según refieren antiguos

documentos y, en muchos casos, la toponimia,

ya que en la actualidad, ni las ruinas de estas

viejas construcciones testimonian el pasado

jacobeo de la comarca.

En torno al s. XII, los monjes hospitalarios

de la Orden de San Juan de Jerusalén se estable-

cieron en el Cueto San Bartolo donde constru-

yeron un monasterio, que contaba incluso con

molino, del que apenas se conservan algunas

piedras que ahora forman parte de iglesias y

casas en los pueblos cercanos. Dedicados al

apoyo y protección de los peregrinos, además de

Cruz de Malta

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